martes, 27 de marzo de 2007

DE HOMOSEXUALES, CURAS Y RACIONALIDAD

De homosexuales, curas y racionalidadPor Francisco Cabrillo Las recientes declaraciones del cura párroco de Valverde del Camino, reivindicando su derecho a ser homosexual y –lo que es mucho más importante– a ejercer públicamente de tal han saltado a la primera página de casi todos los periódicos españoles. Como siempre que se plantean dudas sobre la interpretación de un problema de teología o derecho canónico, lo primero que se ha puesto de manifiesto es la profunda ignorancia que tanto los periodistas como la opinión pública –incluso la que se declara católica– tienen sobre todas las cuestiones relacionadas tanto con lal doctrina como con la organización misma de la Iglesia. Es verdad que en España, a diferencia de otros países, tradicionalmente sólo han estudiado estos temas quienes han pensado dedicarse a la vida religiosa. Pero antes, al menos, los que se consideraban católicos tenían algunas ideas más o menos claras de lo que significaba pertenecer a la Iglesia. Hoy todo esto ha desaparecido. Y, aunque no frecuento demasiado los ambientes clericales, algunas experiencias personales me indican que la incultura de los propios sacerdotes, en lo que a estas cuestiones respecta, empieza a ser también considerable. En resumen, los curas españoles saben muy poco de lo que deberían saber y pretenden sustituir una formación teológica y jurídica seria por unos conocimientos mal hilvanados de economía y sociología, con los que son capaces de construir las más disparatadas teorías, para explicarlas después a la parroquia.Un hecho que debería ser conocido, y no escandalizar a nadie, es el elevado número de homosexuales que ha existido siempre entre los frailes y sacerdotes católicos. La explicación es bastante simple, en términos de racionalidad en la toma de decisiones sobre orientación sexual. Aunque no existe ninguna teoría de aceptación general sobre las causas de la homosexualidad, se sabe que el ambiente en el que una persona vive puede condicionar en buena medida tal orientación. Hablando en términos económicos, diríamos que los costes de oportunidad de orientarse hacia la homosexualidad son más elevados en unos ámbitos que en otros. No es extraño, por tanto, que en el ejército, los Colleges masculinos de la Universidad de Oxford o un convento de frailes haya un porcentaje más elevado de homosexuales que, por ejemplo, entre los empleados de El Corte Inglés o los funcionarios del Ministerio de Hacienda. Es cierto que determinadas preferencias pueden orientar a la gente en cierto grado hacia una opción homosexual. Se ha planteado así, por ejemplo, la posibilidad de que el afán de elitismo y de situarse por encima de los convencionalismos dirigiera hacia la homosexualidad a muchos de los miembros de la sociedad de los Apóstoles de Cambridge, tan influyente en la cultura británica de la primera mitad del siglo XX (lo que explicaría, por ejemplo, la homosexualidad de un personaje como Keynes). Pero es muy probable que si Keynes hubiera sido un catedrático en la universidad de Chicago de los años cincuenta y L. Strachey hubiera convivido con Pío Baroja o Valle Inclán en vez de con Ducan Grant o Virginia Woolf, sus intereses sexuales hubieran sido distintos. La exigencia del celibato a sus clérigos ha obligado, por tanto, a la Iglesia Católica a convivir desde siempre con el problema de la homosexualidad de muchos de sus sacerdotes. Es posible que el número de homosexuales sea hoy mayor entre los religiosos que en épocas pasadas. En este sentido, Richard Posner ha argumentado que, dado que los costes de tener experiencias heterosexuales son hoy más reducidos que nunca, la obligación del celibato y la castidad que la Iglesia impone a sus sacerdotes haya reducido sensiblemente los incentivos para seguir esta vocación. Pero pecaríamos de ingenuidad si pensáramos que nos encontramos ante un problema nuevo.Y se trata de un problema que la Iglesia católica ha tratado siempre de resolver con discreción. Resulta totalmente injusto acusarla de intransigencia ante esta cuestión. Por el contrario, todo indica que nunca la Iglesia Católica ha adoptado actitudes inquisitoriales en este sentido; y su comportamiento hacia sus miembros homosexuales ha sido bastante más tolerante que el vigente en otras culturas occidentales, especialmente en los Estados Unidos de América. Los escándalos recientes que se han dado en este país en relación con sacerdotes u obispos homosexuales se han debido mucho más a la cultura de rechazo dominante en aquel país –y a la presencia de menores en algunos casos– que al papel desempeñado por la Iglesia misma.A lo que la Iglesia Católica realmente se opone no es tanto a las inclinaciones homosexuales de sus miembros como a su manifestación pública. Y esta actitud es perfectamente racional. Para los católicos, la sexualidad está claramente dirigida a la reproducción en el seno de la institución familiar; y por ello la Iglesia considera inaceptable no sólo las prácticas homosexuales, sino también las heterosexuales que no busquen tal objetivo. Esto podrá gustarnos o no. Pero la doctrina católica es clara en este sentido. Y resulta absurdo, por tanto, que un sacerdote –que, se supone, debe orientar a los fieles en su vida religiosa– manifieste en público su desprecio por aquello que él mismo está obligado a enseñar. Por poner un ejemplo muy sencillo: está muy bien comer jamón de Jabugo... excepto, claro está, si uno pretende ser rabino ortodoxo. Decir, en tal caso, que la prohibición de comer jamón atenta a mis derechos humanos es una solemne estupidez.Y mucho me temo que esta es, exactamente, la postura del cura Mantero. El problema es poco relevante y tiene una solución bastante fácil. Reverendo, cambie usted de profesión.
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Obispo de Huelva suspende al sacerdote que declaró su práctica homosexualEl padre Mantero había reconocido que la Iglesia está en su derecho MADRID, (ZENIT.org).- El obispo de Huelva anunció este miércoles su decisión de retirar formalmente «todas las licencias ministeriales» al sacerdote José Mantero que anunció en una revista su tendencia homosexual y su inobservancia del celibato. En una carta pública, monseñor Ignacio Noguer Carmona, revela que antes de tomar esta decisión «he intentado inútilmente durante varios días celebrar una entrevista con don José, con la afectuosa naturalidad de siempre, para poder obrar mejor, a mi parecer, la búsqueda de la verdad y con caridad fraterna». «Los hechos son tan manifiestos y comprobados --por confesión de parte--, que reclaman por sí mismos la aplicación responsable, prudente y caritativa de las medidas establecidas por la legislación general de la Iglesia (cf. Código de Derecho Canónico, n. 1395) para casos como el presente», sigue diciendo la carta episcopal. De hecho, en la portada de la edición de ese viernes de la revista «Zero», el padre Mantero decía en titulares «Doy gracias a Dios por ser gay». Desde ese día, el sacerdote había abandonado la parroquia en que trabajaba y se había negado a encontrarse con su obispo. «El propio interesado, al abandonar bruscamente su servicio parroquial y mantener, con publicidad y propaganda, la ruptura de su compromiso celibatario, se ha situado a sí mismo fuera de la disciplina de la Iglesia, en materia de suma gravedad y de escándalo para los fieles», constata monseñor Noguer Carmona. «Lo cual me obliga, no sin hondo pesar, a retirar formalmente a don José Mantero todas las licencias ministeriales», añade. «La Iglesia, por fidelidad a los sagrados dones recibidos y a los fieles a los que se debe, no puede hacer compatible el ejercicio de las funciones sacerdotales con la ruptura de aquellos compromisos, sagrados también, que llevan aparejados y han sido libremente contraídos», explica el obispo. «Por mucho que lo fomente la cultura dominante, ni en la ética, ni menos en la Iglesia, vale todo --concluye--. Esto no quita, sino todo lo contrario, para que la Iglesia procure con toda verdad seguir siendo madre y maestra de todos, de modo que, en éste y en cualquier caso, los que yerran o se alejan de ella encuentren siempre sus brazos abiertos al reencuentro y al perdón». El martes pasado, el sacerdote reconoció en el programa «Sabor a ti» de Antena 3 que la Iglesia tiene todo el derecho a suspenderle en su ejercicio, tras haber anunciado públicamente su ruptura del celibato. La carta completa de monseñor Noguer Carmona puede leerse en la página web del obispado de Huelva http://www3.planalfa.es/obhuelva/.


CARTA DEL SR. OBISPO SOBRE EL TEMA DE D. JOSÉ MANTERO
Queridos sacerdotes y fieles:
Considero llegado el momento de decir mi palabra de Pastor sobre las manifestaciones hechas públicas por el sacerdote don José Mantero acerca de su condición de homosexual y su inobservancia del celibato, en términos de alarde y de escándalo, tanto para la Comunidad cristiana como para la sociedad en general.
Antes de pronunciarme sobre esto, he intentado inútilmente durante varios días celebrar una entrevista con don José, con la afectuosa naturalidad de siempre, para poder obrar mejor, a mi parecer, la búsqueda de la verdad y con caridad fraterna.
Los hechos son tan manifiestos y comprobados –por confesión de parte–, que reclaman por sí mismos la aplicación responsable, prudente y caritativa de las medidas establecidas por la legislación general de la Iglesia (cfr. CIC, cn. 1395) para casos como el presente.
El propio interesado, al abandonar bruscamente su servicio parroquial y mantener, con publicidad y propaganda, la ruptura de su compromiso celibatario, se ha situado a sí mismo fuera de la disciplina de la Iglesia, en materia de suma gravedad y de escándalo para los fieles. Lo cual me obliga, no sin hondo pesar, a retirar formalmente a don José Mantero todas las licencias ministeriales.
La Iglesia, por fidelidad a los sagrados dones recibidos y a los fieles a los que se debe, no puede hacer compatible el ejercicio de las funciones sacerdotales con la ruptura de aquellos compromisos, sagrados también, que llevan aparejados y han sido libremente contraídos. Por mucho que lo fomente la cultura dominante, ni en la ética, ni menos en la Iglesia, vale todo.
Esto no quita, sino todo lo contrario, para que la Iglesia procure con toda verdad seguir siendo madre y maestra de todos, de modo que, en éste y en cualquier caso, los que yerran o se alejan de ella encuentren siempre sus brazos abiertos al reencuentro y al perdón.
Huelva, seis de febrero de dos mil dos.a Ignacio Noguer Carmona

DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Castidad y homosexualidad
2357. La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; I Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados" (CDF, decl "Persona humana" 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358. Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359. Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.











El prelado de Huelva justifica que «mantuvo, con publicidad y propaganda, la ruptura» del celibato - Mantero podrá decir misa y administrar otros sacramentos.
El obispo aplica la pena mínima al cura 'gay' y le impide confesar JOSE MANUEL VIDAL MADRID. No pudo aguantar la presión y, «no sin hondo pesar», tuvo que sancionar. Pero le aplicó la sanción mínima. El obispo de Huelva, monseñor Ignacio Noguer Carmona, retiró ayer las «licencias ministeriales» a José Mantero, el cura que se proclamó gay en ejercicio.
Aunque suena a castigo grave, la «retirada de las licencias ministeriales» es la pena mínima que se puede aplicar a un cura que comete algún delito. Consiste en prohibirle formalmente confesar a los fieles. Desde ahora, pues, y hasta que su ordinario le levante esta pena, José Mantero no podrá impartir la absolución a los fieles, a no ser en caso de peligro de muerte del penitente.
La retirada de las licencias ministeriales no le prohíbe, en cambio, decir misa ni administrar los demás sacramentos. Con esta medida, más medicinal que punitiva, la Iglesia quiere preservar ante todo la idiosincrasia del sacramento más delicado, que es el sacramento de la penitencia y, al mismo tiempo, dar un «toque de atención» al cura sancionado.
Monseñor Noguer justifica su decisión en el hecho de que el cura Mantero «abandonó bruscamente su servicio parroquial y mantuvo, con publicidad y propaganda, la ruptura de su compromiso celibatario».
A pesar de que el prelado onubense califica la situación del cura José Mantero de «suma gravedad y de escándalo para los fieles», con este castigo mínimo deja una puerta abierta para que su cura vuelva al seno del presbiterio y al redil de la Iglesia.
«Brazos abiertos»
«Esto no quita», explica el obispo, «para que la Iglesia procure con toda la verdad seguir siendo madre y maestra de todos, de modo que, en este y en cualquier caso, los que yerran o se alejan de ella encuentren siempre sus brazos abiertos al reencuentro y al perdón».
Una clara y evangélica propuesta de reconciliación dirigida por monseñor Noguer al cura Mantero. En el comunicado, el obispo, dolido por la actitud de su presbítero, se queja de que Mantero haya «alardeado» de su condición de homosexual y de su «inobservancia del celibato», lo cual, a su juicio, puede provocar «escándalo tanto para la comunidad cristiana como para la sociedad en general».
Como queriendo disculparse, Noguer explica que «antes de pronunciarme sobre esto, he intentado inútilmente durante varios días celebrar una entrevista con José, con la afectuosa naturalidad de siempre, para poder obrar mejor a mi parecer en la búsqueda de la verdad y de la caridad fraterna».
Pero el cura no contestó a las llamadas de su obispo que, ante «unos hechos tan manifiestos y comprobados», no tuvo más remedio que aplicar de una forma «responsable, prudente y caritativa las medidas establecidas por la legislación de la Iglesia para casos como el presente».
Ahora, el peso de la actividad de la Parroquia de Valverde del Camino recae sobre el sacerdote José Ramos, de avanzada edad, a quien no se descarta que el Obispado proporcione un nuevo sacerdote al objeto de compartir la labor pastoral, informa Antonio Candilejos.
Ramos, precisamente, recriminó el martes a Mantero, a través de la prensa, que no hubiese llamado a la Parroquia de Valverde desde que decidió ausentarse coincidiendo con su outing.
El prelado de Hueva concluye en su comunicado oficial difundido ayer que sigue teniendo sus «brazos abiertos» para acoger al cura José Mantero. La pelota está, pues, en el tejado del sacerdote.Si éste sigue en su actitud de romper puentes con la Iglesia, el obispo de Huelva, tras una prudente espera, se verá obligado a incoarle un proceso eclesiástico, del que se pueden derivar penas mucho más graves, como la suspensión a divinis (prohibición de ejercer cualquier función ministerial), la reducción al estado laical (obligarle a pedir la secularización) e, incluso, la excomunión.
Primer acto de la historia de un pastor bueno y una oveja descarriada y, según algunos, manipulada por el lobby gay.







«No sé de qué viviré», asegura Mantero «No sé de qué viviré si se produce la suspensión. Aún no me lo he planteado». Habla José Mantero, esta vez entrevistado en el programa La Columna (TV3), minutos antes de conocer la decisión de su obispo.
Por lo pronto, tiene claro que no vivirá de vender su historia a la prensa. «Yo no cobro ni cobraré nada por ninguna entrevista. Me he lanzado por una causa que he estimado noble y justa».
«Llamar a los gays y lesbianas enfermos no sólo es propio de un enfermo mental, sino de juzgado de guardia», replicó, en referencia a las declaraciones de Monseñor Gea, obispo de Mondoñedo-Ferrol.
Para Mantero, su confesión ya está dando frutos: «He hablado con compañeros sacerdotes que se han puesto en contacto conmigo y me daban las gracias. Uno de ellos se estaba planteando ciertas cosas en su vida».
¿Lo sancionan por ser gay o por saltarse la abstinencia? «Lo más provocador es confesar que has tenido relaciones con un hombre», responde. «También la ruptura del celibato, pero con ese añadido, que tiene mucha importancia para la mentalidad de muchos eclesiásticos, de que eres gay».
Por otro lado, el presidente de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays, Pedro Zerolo, pidió a los homosexuales católicos que envíen a la Iglesia su declaración de apostasía ante la decisión del Obispado. Zerolo hizo este llamamiento ante «una Iglesia, que como organización, nos sigue negando, condenando, injuriando y vejando».
El portavoz de esta Federación recordó que él apostató, es decir, rompió los vínculos con la Iglesia católica, en el año 2000.


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Los obispos desautorizan a los curas que cuestionan el celibato

Álex Navajas - Madrid.-Ayer, el arzobispo de Madrid, monseñor Rouco, durante la Misa Crismal en la que se bendicen los óleos que se emplean durante todo el año en el sacramento de la unción de los enfermos y se renuevan las promesas sacerdotales, defendió el celibato por su «luminosa belleza». «¿No nos dejemos confundir, ni perturbar, ni desilusionar respecto a la riqueza personal y eclesial que atesora nuestra vocación simultánea al sacerdocio y al celibato por el Reino de los Cielos!», exclamó durante la homilía ante casi todos los sacerdotes de la diócesis de Madrid, que ayer acudieron a la misa en la catedral de la Almudena. Para Rouco, la experiencia histórica ha demostrado que los intentos de instaurar el celibato opcional y de «reformular el sacerdocio ministerial» «no conducen sino al debilitamiento y frustración simultánea de su fuerza evangelizadora» y acaban haciendo del sacerdote un funcionario. Rouco dijo que hay que desconfiar de estas corrientes supuestamente progresistas y avezadas, que no tienen nada de novedoso porque «ya vienen de viejo». Las palabras de Rouco corroboran las que pronunció en el pregón de Semana Santa de la pasada noche del lunes el obispo de Gerona, monseñor Carles Soler, cuando afirmó que las conclusiones del Concilio Vaticano II no pueden debatirse continuamente, según ha informado la agencia Efe. Para el prelado catalán, no es positiva «la actitud de aquellos que querrían un Concilio permanente, de los que querrían someter a debate permanente lo que el Concilio ya ha establecido». Monseñor Soler respondía así a los sacerdotes de su diócesis que integran el foro Joan Alsina, que agrupa a un tercio de los curas gerundenses, y que recientemente pidieron el celibato opcional. Monseñor Soler recomendó en cambio «un estilo de vida sobrio» y tener «un sentimiento cristiano vivo». La postura de los sacerdotes es comprensible teniendo en cuenta que el anterior obispo, monseñor Jaume Camprodón, defendía que los curas gerundenses secularizados pudieran volver a ejercer el sacerdocio antes que traer «a curas de fuera porque no se integran». En una coyuntura similar se ha visto monseñor Jaume Traserra, nombrado obispo de Solsona (Lérida) hace pocos meses. El prelado ha tenido que enfrentarse a la «herencia» dejada por su antecesor, monseñor Antoni Deig, fervoroso nacionalista célebre por sus críticas a Juan Pablo II, quien tenía la costumbre de celebrar confesiones colectivas. Traserra ha vuelto a la absolución individual, por lo que ha recibido la desaprobación de algunos de sus feligreses.





El tormento y el éxtasis
Por IGNACIO CAMACHO
Las estadísticas sostienen que ha disminuido la práctica religiosa de los españoles, pero cierta juventud comulga los fines de semana con las ruedas de molino de un éxtasis que no es precisamente místico ni penitencial. Este nuevo rito profano de las noches de fiesta se presenta, como el litúrgico, bajo las dos especies: líquida, como la que ingirieron los jóvenes hospitalizados en Tarrasa, o sólida, como la que tenían en su poder los detenidos de ayer en Málaga, presuntos concelebrantes de la fiesta «rave» en la que fallecieron dos personas tras consumir pastillas de diseño.
Lo malo de estas ceremonias es que se cobran víctimas, como los ritos paganos de la Antigüedad. En la Fiesta del Dragón de Órgiva ya han aparecido dos fiambres, producto de la permisividad con que las autoridades enfocaron esta concentración hippy, tras una escaramuza inicial en la que los participantes descalabraron a algunos miembros de la Benemérita.
Al final, el Estado decidió inhibirse y recular, quizá en la idea de que era peor el remedio de la prohibición que la enfermedad de la concentración multitudinaria e incontrolada. Se confió en la autorregulación de los participantes, pero a medida que se van apagando los rescoldos de la «kermesse» campestre granadina han ido apareciendo cadáveres como los muertos después de una batalla. Probablemente, en Órgiva se ha hecho el amor más que la guerra, pero a alguien se le ha ido la mano en los estupefacientes sin que las autoridades hayan sabido hacer otra cosa que enviar el coche escoba (más bien un coche fúnebre) para recoger los restos del naufragio.
En Málaga, donde aún no se ha aclarado el papel de la radiotelevisión andaluza en la (des)organización de la macrofiesta «rave» que acabó con dos jóvenes en la congeladera del Instituto Anatómico, la Policía se ha tomado el asunto algo más en serio. Los ocho detenidos ayer tenían más de 5.200 pastillas de éxtasis, suficientes para repartir una comunión que no era desde luego la de los santos. Una de las muchachas apresadas tiene 15 años. Otro guardaba un enorme cuchillo jamonero. Quizá cuando acabe la multitudinaria entrega colectiva a los ritos de la Pasión cristiana convendría reflexionar sobre la clase de cofradías subterráneas en la que parte de nuestra juventud participa con fervor ante la pasividad cómplice de una sociedad asustada que no se quiere enterar de sus propios errores.

1 comentario:

webmaster tmarin dijo...

Pues felicito al cura Mantero,perdón ex-cura por su valentía...todo lo demás y aunque sea simplista es "música celestial" nunca mejor dicho...
Tere Marin