jueves, 12 de abril de 2007

ELEGIO DEL TRASERO





Juan Antonio Tirado


Me gusta pasear incluso en invierno, no digamos ya en los días del verano que vamos a estrenar. Con frecuencia me acuerdo de lo que decía Nietzsche respecto a que las ideas aparecen mientras se camina, y que lo demás es un prejuicio de los intestinos. Tampoco olvido el verso de Machado en que advierte al caminante de que no hay camino, que se hace camino al andar.


Camino metafísico o, más sencillamente, camino de asfalto matizado de andamios, taladradoras y agujeros en el suelo. Andar bien acompañado puede llegar a ser casi tan gratificante como andar solo; en ningún supuesto debe caminarse al lado de un tontivano o un pelma. Yo ando y mientras ando barajo ocurrencias, pero nunca pierdo de vista el variado paisaje y paisanaje urbano. Hace unas semanas, escribía Pedro Narváez en este papel un interesante artículo sobre los culos. Como andarín también quiero yo echar mi cuarto a espadas sobre el particular.


Hay quien piensa con el culo. Yo pienso en el culo. Quevedo cantó sus gracias y desgracias, y dicen que Cervantes dio a probar el suyo. Permitidme acotar el terreno, para evitar yerros: ni me mueven los traseros de ayer, ni me seduce el sur de las espaldas de los caballeros de hoy. El trasero es un icono fascinante, un objeto tras el que se van los ojos, una fruta que se devora con la vista y crece con el tacto. Cuando se soba no se gasta, se le saca brillo.


El culo es el símbolo del mundo. Su redondez nos hace sentirnos completos. Principio y fin, alfa y omega del deseo, en el imperio del trasero no se pone el sol del placer. El culo permite al ojeador discreto emboscarse en una gratificante clandestinidad, facilita la contemplación del vaivén de las curvas, ese derrape libidinal que lleva a los abismos del gusto.


Nos referíamos a Quevedo. El madrileño convocó la risa mediante un buceo escatológico en las funciones que el trasero tiene asignadas por la naturaleza. Por el contrario, el culo hoy triunfante, como objeto de deseo, está exento de cualquier connotación maloliente. El trasero de nuestro imaginario no es un instrumento defecador, ni un surtidor de ventosidades, sino que está sublimado. Se ha alejado de la biología para ubicarse en la mística, es un culo tocado por la gracia. Culo de nuestros venturosos hogaños. Hermoso culo envuelto en vaporosa braga Chanel. ¿Culo de ángel!

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