jueves, 12 de abril de 2007

REQUIEM POR LA TEOLOGÍA...

SAN CARLOS BORROMEO

Réquiem por la teología del mayo del 68

Por José Francisco Serrano Oceja
El mayo del 68, el mayo francés y el español, el del pensamiento marxista y el de la gauche divine existencialista, el de la revolución libertaria, el de la revolución sexual, el de los dogmas humanitarios que proclamaban que hay que hacer el amor y no la guerra aún existe y se manifiesta. O no. En realidad, el mayo que aún perdura, o al menos el que hasta ahora revoloteaba, es el mayo eclesial, que es todo lo anterior y muchas cosas más.

Esta semana nos hemos dado cuenta de que ese mayo con olor a asamblea popular revestida de liturgia liberadora, a curas encarnados y a laicos comprometidos con sus curas, a misales ciclostilados y a nuevas devociones populares compuestas por cantautores de letras de perdición está en las últimas.

Existe, pero se ha manifestado con los estertores propios de la solución final, bajo el calor de los muros del templo de una institución que pretenden difamar, pero en la que se refugian de las inclemencias de una sociedad que, cuando pasa, mira para otro lado.

¿O acaso alguien piensa que aquellos jóvenes de la revolución del sesenta y ocho, que ocupan el Estado del Bienestar y el confort –y los sillones ministeriales–, están ahora implicados con el Evangelio de los pobres como, pongamos por caso, las Hijas de la Caridad de la madre Teresa de Calcuta?

Con esta revuelta de los epígonos del mayo del 68 han querido convertir la iglesia de San Carlos Borromeo en un templo para la rebelión de la nostalgia. Allí estaban el domingo pasado los históricos del Partido Comunista, los hijos de la ira, y quienes lucharon contra la oprobiosa, para llorar por la lucha de clases y por la lucha de frases, contra el poder, que si no es siempre el mismo es casi siempre de los mismos.

Lo que se ha paseado en los medios durante esta semana de pasión ha sido la nostalgia de un progresismo, ahora de salón y antes de sacristía que, quiéranlo o no, ya no existe. A lo sumo, sólo queda el del señor Zerolo y sus recuerdos de cuando comenzaba a defender causas perdidas junto al cura de entrevías.

Los últimos estertores de una Iglesia que se autodefinía como postconciliar y que atentaba cada día contra el Concilio Vaticano II se han dejado ver, oír y palpar, en esta nueva astracanada de la parroquia de San Carlos Borromeo. Si algo nos ha legado con claridad el Vaticano II ha sido que la Iglesia es comunión. Y, según la definición conciliar, comunión jerárquica.

Pues ahí están los que han roto con la comunión jerárquica de la Iglesia autoproclamándose garantes de una teología liberadora que les sirve para mantener ese nuevo estatus quo eclesial. El aplauso mayoritario del clero de Madrid a su cardenal arzobispo no será noticia.

El apoyo entusiasta de gran parte del episcopado español y europeo, tampoco. Sin embargo, son la medida auténtica de lo que ha sido el anuncio de una actuación sobre una parroquia que hace más de veinte años había dejado de serlo.

La Iglesia de la liberación y la teología de la liberación han sido una iglesia utópica y una teología utópica. Los mitos se han podido transmitir anónimamente de generación en generación; las utopías tienen un autor cierto. San Carlos Borromeo, por más que lo ha intentado, ni es una utopía, ni es un mito.

La utopía política es el intento de combinar lo razonable con lo imaginario, y aquí, en esta historia, se ha perdido lo razonable. Sólo queda lo imaginado por una memoria que empieza a perderse o, lo que es peor, a falsearse.

La utopía ha sido siempre un "mito de futuro" para forzar un desarrollo de lo social que alcance la perfección. Esta utopía de san Carlos Borromeo ya no tiene más fuerzas que la imagen fácil, permeable a unos medios de comunicación que se han vuelto de un religioso, aunque fuera en Semana Santa, que sorprende.

Se da la paradoja de que una nueva forma de neo-marxismo eclesial –reducir la religión-mito a humanismo utopía–, que no había abandonado la reivindicación de la justicia, se pasa ahora a reivindicar una supuesta libertad cercenada.

Esta semana hemos visto y oído el réquiem por la teología del mayo del 68; réquiem, con luz y taquígrafos, por la teología de la rebelión contra un poder injusto –político, eclesial, social, cultural– que sólo existe en la imaginación de algunos, pocos, nostálgicos.

1 comentario:

webmaster tmarin dijo...

No sé si entendí bién el largo texto...pero ¿dice que la iglesia de la teologia de la liberación han sido una iglesia utópica y una teología utópica?
Porque en America Latina ha hecho y hace realidades....miremos el caso de Pere Casaldáliga en Santa Teresiña,Brasil...y aunque jubilado hace poco,sigue en el mismo lugar y con personas que siguen su labor....
En Argentina hay muchos barrios de los llamados "villas" donde la labor de la llamada iglesia de los pobres sigue adelante....
un abrazo......Tere Marin