EL PADRE NUESTRO DEL ÁRBOL
Plantemos árboles. Planten los hombres y enseñen a plantar a los niños.
Ejercítense en esa tarea digna de dioses, porque se trata de producir el fenómeno de los fenómenos, la vida.
Ejercítense no sólo las manos de los adultos, hechas al peso y al manejo de las armas o los útiles de labor sino las débiles, las tiernas manos infantiles, temblorosas como capullos a la brisa de la mañana.
Y que los padres y los maestros enseñen a los niños el padre nuestro profano que al árbol puede dedicarse, el padre nuestro del amor al árbol.
Que les enseñen a decir: Árbol nuestro que estás en la llanura, en el valle o en la montaña; árbol nuestro, danos tu sombra hoy, danos tu abrigo, danos tu amparo; danos tu fruto, danos tu leña para nuestro hogar que es como darnos parte de tus miembros sin que tú, ser paternal, ejemplo maravilloso de la renovadora energía, te agotes.
Purifica el ambiente que respiramos; consolida las tierras; detén las avenidas y las torrentadas; aparta de nuestras cabezas el rayo de la tempestad; ofrécenos la protección de tu follaje; llama a los pájaros para que entre tus ramas fabriquen sus nidos y celebren el santo misterio del amor; atrae a tus hojas las perlas del rocío; bríndanos generoso el verde austero o alegre de tu vestidura para encanto de nuestra vista y para adorno de nuestro panorama; permanece entre nosotros como una manifestación risueña e inagotable de la providencia de Dios(...) Y, mientras crecen sin cesar las aguas y suben las olas del océano humano, tú, en la llanura, en la montaña o en el valle, vive y trabaja por nosotros.
Francisco González Díaz.
1 comentario:
!!! que belleza de texto!!!
ojala sea.
Tere Marin
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